¿Conoce a Isabela Duncan? 4

Novedades, novedades. ¿Qué les puedo decir? Hacer estas pequeñas entradas siempre es un problema para mí. Empezar la primera línea siempre es lo más difícil, el típico miedo del que escribe, la hoja en blanco. No sé si a Anónimo Conocido, Zack Zala y a Liare les suceda los mismo; pero para mí sí que escribir estas introducciones se me hace un verdadero quebradero de cabeza. Podía comentar sobre alguna canción que escuché hoy día(soy un melómano). Quizás lo haga en las siguientes. El punto es que no he dicho nada hasta ahora. Bueno... Aquí está otro capítulo de mi pequeña serie. P.D: Estaba escuchando Little by little de Oasis. Lo siento tenía que hacerlo, je.


¿Conoce a Isabela Duncan? Capítulo cuarto.


Por un momento, Matías y Santiago sin sombra se quedaron viéndose con el ceño fruncido, como esperando que el otro dijera algo para empezar el pleito. Ninguno de ellos dijo nada. Matías sabía que no era momento para dar media vuelta y hacer de cuenta que nada había pasado. Había prometido a Romualdo que para la otra reunión seguiría relatando la historia- pese a no saber nada más-, y para él, un hombre de palabra, era inadmisible el no hacerlo. Más importante que eso: él también sentía curiosidad por la historia y quién mejor para relatarla que el mismo protagonista.
Lo había visto de joven y ahora que había regresado, pero esta vez era diferente: tenía un motivo para entablar conversación con él- no el ideal, es cierto-; pero quizás la única oportunidad de que se dirigieran la palabra. Matías no era de las personas que se acerca a otras sin ningún tema previo de conversación, y el preguntárselo a la bella de Rosario- pese a que tenía mayor facilidad para hablar con mujeres- se le hacía impensable. Ahora que lo tenía en frente solo era cuestión de hacer girar la conversación hacia otro rumbo; pero ¿cómo?, ¿qué se le podía decir a alguien con el cual te acabas de conocer de tan mala manera y que sonara de la forma más amical posible? Era en estos momentos en los cuales, Matías necesitaba de toda su astucia. Debía empezar calmando los ánimos y cimentar su conversación en una mentira bien pensada que diera pie a su cháchara. Así lo hizo:
- Disculpe, no lo vi. Forastero- se apresuró a decir Matías, esperando que se notara el “detalle”.
- ¿Forastero?- respondió Santiago. Iba a agregar algo más, pero fue interrumpido por Matías, quien no le quería dar respiro hasta no conseguir su cometido.
- ¿No lo es?, ¡qué curioso!- agregó Matías levantando levemente su voz-. Le digo así porque en este lugar casi todos nos conocemos, yo en especial puedo asegurarle que me sé el nombre de todos y cada uno de los que viven en este lugar. Y si no lo conozco, pues seguramente se debe a que es un visitante.
- Pues se equivoca- respondió Santiago-, al parecer no conoce a todos. Yo vivo aquí, y ya un par de semanas para su información- añadió con languidez.
- Ya veo, con razón no lo conocía, mis más sinceras disculpas… Veo que hemos empezado con el pie izquierdo… Mucho gusto, me llamo Matías… ¿y usted?
- Santiago- respondió a secas.
Se estrecharon las manos en un fuerte apretón. “Tiene fuerza para lo que aparenta”, pensó Matías.
- Su nombre me suena conocido. ¿De casualidad no tiene un apodo?- preguntó Matías fingiendo sentir curiosidad. Había logrado entablar una conversación y se apresuraba a hablar lo primero que se le venía a la mente, no quería dejar espacios para una repentina despedida. No dejaría que Santiago sin sombra se fuera antes de haber pactado con él una pequeña reunión en el bar.
- Mi aspecto siempre se ha prestado para uno, siempre ha sido el mismo en todos los lugares en los que he ido. Me dicen Sin sombra.
Matías sentía que debía hacer girar la conversación hacia el bar o hacia Isabela; pero ¿cómo hacerlo?, ¿decirle de la nada para quedar en un bar no se vería como algo precipitado? Después de todo apenas recién lo había “conocido”. Se quedó pensando un momento sin decir ninguna palabra. Santiago al ver que el silencio imperaba, naturalmente comprendió que era tiempo de seguir su periplo.
- Bueno, fue un gusto conocerlo, Matías. Hasta luego.
No había nada que perder, solo la oportunidad.
- Espere, Santiago sin sombra. Diré, Santiago.
- ¿Qué sucede ahora?- respondió Santiago mientras volteaba hacia donde apuntaba su sombra.
- Yo y un amigo solemos ir los sábados al bar que está cerca de la iglesia a tomar unos cuantos tragos. ¿No le gustaría venir con nosotros? Solo estamos nosotros dos, y la verdad es que un tercer conversador no nos vendría nada mal.
- Suena bien. ¿El sábado, dice?
- Sí, el sábado, aunque se puede cambiar la fecha, solo que sea en la noche porque en la mañana Romualdo y yo siempre estamos trabajando. Romualdo es el nombre de mi compadre, por cierto.
- El día está bien, no se preocupe por eso. ¿Es padrino del hijo de Romualdo?
- No, solo es una expresión de aprecio, entre ambos nos compadreamos.
- Ya veo, bueno, nos veremos el domingo, entonces. Yo venía de la carpintería, me quedé trabajando hasta tarde. Ahora solo pienso en ir a mi casa- dijo Santiago, ya entrado más en confianza.
- Con una chica tan bella esperando en casa quién no lo haría- comentó Matías sin pensar en lo que decía. El tono en que lo dijo tampoco fue el más apropiado.
- ¿Cómo dijo?- respondió de inmediato Santiago, con una mirada que expresaba molestia. Inclusive su tono de voz había cambiado, sin embargo algo que era tan notorio no fue percibido por el resaqueado cerebro de Matías.
- Es más, milagro que se le ve solo y no con su bella dama- continuó diciendo.
- ¿De dónde conoce a Rosario?- preguntó Santiago inquisitoriamente-, exijo que me lo diga. Responda, ¿de dónde la conoce usted? No dijo que era la primera vez que me veía. Ya no había rastro del tono amigable con el que hace poco estuvo hablando.
- Tranquilícese, no piense mal. Solo la conozco por el comentario de mi esposa. Como le dije… no lo conozco, ni siquiera de vista. Mi esposa me comentaba algunas cosas de usted. De usted, de Santiago sin sombra y su bella esposa. Tampoco la he visto a ella, solo me baso en las descripciones de mi esposa, y como dicen: Cuando una mujer bella reconoce de buen ánimo que otra lo es aún más toda duda es sobrante.
La expresión dura en el rostro de Santiago se mostraba inalterable. Preocupado porque todo lo logrado se viniera abajo, Matías volvió a comentar la reunión del domingo.
-Bueno… una vez aclarado este pequeño malentendido, espero que no haya cambiado de parecer respecto a tomar unas aguas el domingo- dijo Matías en tono jovial tratando de que se vuelva a dar ese ambiente de confianza que había logrado antes.
No valía de nada, el ceño fruncido seguía arrugando la frente de Santiago, sin embargo- para la sorpresa de Matías- terminó aceptando. Se volvieron a dar la mano y cada uno siguió su rumbo. “No se olvide, eh”, volvió a recalcar antes de que Santiago se perdiera en una esquina.
-Qué hombre más celoso- se dijo Matías mientras veía a su casa acercarse a cada paso-. ¿Quién no?

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