¿Conoce a Isabela Duncan? 5-1

Me retrasé, es verdad. Ayer debió publicarse este capítulo pero me entretuve paseando por las calles y escribiendo un relato corto. La novedad es que este capítulo se me extendió mucho y por cuestión de espacio decidí partirlo en dos. Y... !Oh rayos!, la otra parte también se me está haciendo larga también... así que quizás terminen siendo tres xD. Otra cosa sería que el tipo de narrador va a cambiar a partir del sexto capítulo. Así fue planeado desde el principio. Y, finalmente, el melómano de este blog les recomienda para relajarse: I will possess your heart de Death Cab for Cutie.


¿Conoce a Isabela Duncan? Capítulo quinto (Parte I)


Una vez ido Santiago, Matías no pudo evitar sonreír y sentirse orgulloso de su ingenio. «Soy el más inteligente de este pueblo- se dijo-. De eso no cabe duda ». Lo había conseguido, y no solo eso, avizoraba poder solucionar un problema monetario que tenía con el dueño del único bar del pueblo de Velarde, el señor Galindo, un bonachón de cincuenta y seis años, una sonrisa que yacía oculta tras una espesa barba que suplía la falta de cabello, y unas espesas cejas eran lo que lo caracterizaba físicamente. Era una persona interesante y poco usual: si no podías terminar de completar la cuenta le podías contar una historia- pero una buena- y se daba por pagado. Era esto lo que Matías esperaba que se diera el próximo sábado, y cambiando de planes, no dudó ni un minuto en regresar al bar a relatar su buena nueva.
- ¡Qué tal señor Galindo!, ¿bonito día no?- gritó de repente Matías mientras entraba al bar y se acercaba a la barra donde se encontraba el señor Galindo limpiando un par de botellas.
- Tan temprano aquí. ¿Qué no tienes que trabajar? ¡Vaya a trabajar, zángano!- respondió el señor Galindo.
«En verdad parece molesto- pensó Matías al ver el rostro arrugado de Galindo-. Creo que será mejor que la sorpresa del sábado se mantenga como una sorpresa. Mejor le hablo de otra cosa y justifico mi visita».
- ¿Qué así se va a poner con uno que viene de tan buen ánimo? Yo que vengo con las más buenas intenciones para saludarlo y usted se pone así. Además es domingo.
- ¿Y?, en este lugar se trabaja todos los días, si no no se come, eres solo tú el que se quiere dar el gran descanso. Ya, ya, mucha palabrería, qué es lo quieres, no te conoceré, chiquillo.
- Bueno ya que se muestra de tan buen ánimo en ayudar a su prójimo como todo buen cristiano. Solo quiero hacer una llamada, solo una pequeña llamada.
- ¿Y por qué no llamas desde tu casa?- bromeó Galindo. Sabía perfectamente la carencia de este bien en la casa de Matías.
Matías sonrió.
- Ya veo que está de buen humor señor Galindo. Para que me serviría uno de esos aparatejos a mí, todos con los que puedo comunicarme no viven tan lejos. En su caso es distinto, si no tuviera uno quién le traería a Velarde esas bebidas que tanto calman la sed a sus concurrentes.
- Son excusas, si trabajaras más ya tendrías uno. Como Romualdo que ya tiene uno.
- Oh sí, claro, por eso justamente quiero ser yo quien sea su primera llamada.
El señor Galindo soltó una de esas sonoras carcajadas que tienen algunos viejos de voz gruesa.
- Está bien mocoso, llama- dijo Galindo mientras terminaba de reírse-. Tienes suerte de tener la capacidad de hacerme soltar una carcajada.
- Siempre tan amable.
Dicho esto, Matías, levantó la pequeña puerta de madera para pasar por detrás de la barra, esquivó al señor Galindo y cogió el teléfono, dio las vueltecitas que eran necesarias para marcar a Romualdo y esperó a que contestara. Nadie contestó. “Maldición”, pensó Matías. Volvió a llamar y esta vez tuvo suerte.
- ¿Aló?, ¿Aló?
- Sí, hola, soy Matías.
- Ah, hola, Romualdo. ¡Qué sorpresa!, pero para que llamas si puedes venir.
Este comentario totalmente espontáneo, libre de toda malicia, no sonó como tal del otro lado del auricular. No obstante, Matías lo dejo pasar, al menos en parte.
- Bueno, Romualdo- explicó con desgano- prefiero perderme el “placer” de discutir con tu esposa.
La esposa de Romualdo, sabiendo de la reputación de bebedor de Matías, no veía con buenos ojos esta amistad. Y no fueron pocas las discusiones que tuvo tanto con su esposo como con Matías.
- Bueno… ¿Y cuál es el motivo de tu llamada?
- Aquí, para recordarte que tienes que venir el sábado sin falta.
- Claro, cómo no hacerlo, si ya hemos quedado.
- Espera, déjame terminar. Eso no es todo. Recuerdas que querías escuchar la historia de la bella y la sombra. Quién mejor que nuestro amigo Romeo para contárnosla.
- ¿Qué quién y la qué?
- La historia de Santiago pues, tarado.
Se produjo un intercambio de risas por los auriculares del teléfono.
- Habla así pues, compadre. ¿Romeo?, ¿quieres decirme que se va a reunir con nosotros el viernes?
-Tal y como dices.
- ¿Así de fácil aceptó a contar su historia a unos desconocidos?, ¿no que no lo conocías?
- No lo conocía, pero hoy de casualidad hablamos un poco. Bueno, no es que venga específicamente para contarnos su historia. Va a venir a tomar unas aguas con nosotros; pero hablando e intercambiando anécdotas ya verás que terminaremos tocando el tema. Solo hay que saber encaminar la conversación para que no parezca algo brusca cuando hagamos la pregunta acerca de Rosario. Si supieras cómo se puso cuando la mencioné.
- Hombre celoso, hombre peligroso- bromeó Romualdo.
- Claro, usted sabe de eso- dijo Matías-. Así que ya sabe, una noche de anécdotas y copas es lo que nos espera el sábado. Lo más probable es que nos vamos a quedar de largo-. Pídele permiso a tu mujer no más- bromeó.
- Sí, mejor hacerlo de una vez- respondió Matías ignorando la broma-. Estaré allí sí o sí, eso no lo dudes.
-Bueno, hermano, sin nada más que decirte, te cuelgo. Ya sabes lo caro que es llamar en este pueblucho- susurró Matías mientras miraba al señor Galindo -. Hemos quedado a las seis pero vente al bar a las cinco para contarte los pormenores y plantear más o menos cómo vamos a llevar la conversación. Nos vemos el sábado.

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