Ariana: Capítulo 12

Hola! Aquí otra vez Ariana en lugar de Zack... ¿Cómo han estado? ^^ bien, ¿no? Pues yo no sé... Extraño un poco que Zack se dedique a mi historia, espero que no la descuide o terminará por no cumplir un capítulo semanalmente. Ojalá que no sea así. Espero que venza al sueño y desarrolle una lectura ultra veloz de textos universitarios... O al menos una redacción ultra veloz de la historia pendiente. Esperemos juntos, seguro que nos toma en cuenta por fastidio :) Cuento con ustedes. Ahora les dejo el capítulo que sigue.

.+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo duodécimo.+.+.+.+.+.+.


Silencio, uno como los anteriores, de la misma extensión y profundidad, solo que éste expresaba el fracaso del hombre del smoking, quien se levantó de inmediato y, para ocultar su vergüenza, salió corriendo del tren a ver lo que sucedía. “¡¡¡¡Fiiiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu…!!!!”, nuevamente el silbido. Ante ello, la gente empezó a mirar por las ventanas, sacando casi todo el torso hacia afuera, lo cual no duraba demasiado. Luego salían otra vez. La caminata hasta la locomotora y el hombre de smoking discutiéndole al conductor. “¡Yo qué sé qué le pase al tren!, no arreglo estas cosas, solo las conduzco”, decía. “Viejo, ¿he hecho el ridículo?”, luego de muchos reproches. El conductor lo miraba desafiantemente. “No se meta”. Y la conversación terminó.
Al parecer, el conductor solo le tenía algo de aprecio a la locomotora. Hablarle a una cosa inanimada. ¿Quién no lo ha hecho en momentos de soledad o desesperación? Tenemos al estudiante que le reprocha al lapicero que no pinta, al niño que se golpea la cabeza con la mesa y le reclama… y a veces le pega. Así que eso era lo que sucedía ahora con el conductor y su locomotora. Ésta había fallado y él se lo reprochaba. En algún momento de la conversación el hombre de negocios le dijo al conductor “¿qué, no escucha esos silbidos que parecen palabras?, ¿qué, no ve que contesta con ellos?”, y el viejo le había contestado de forma negativa. He ahí la razón por la que podemos afirmar que el conductor no escuchaba nada más que un silbido. Sin embargo, sí escuchaba los silbidos que no respondían a un hombre controlándolos, y tomaba esto como una avería. Una avería que nunca había visto en sus cuatro años de conducir el mismo tren ni en el resto de su vida. Pero no había otra explicación, al menos no para él.
— Yo sé algo de trenes. He visto cómo les hacen mantenimiento —dijo de pronto el ayudante—. Podría revisarlo si me lo permiten.
— Haberlo dicho antes, muchacho —reprochó el conductor—. Yo gritándole a una máquina como un loco…
Así fue como comenzó la revisión. Todo estaba de cabeza a partir de ese momento: el conductor se volvió ayudante de su ayudante, el hombre de negocios adquirió una actitud de indefenso… y el sol estaba a punto de comenzar su descenso. Sin embargo, Ariana no cambió de rol con su padre. Eso sería demasiado complicado. Es más, no llegaría a funcionar.
Las personas estuvieron un tiempo observando el trabajo de ambos hombres. Un par más quiso ayudar, pero se dieron cuenta rápidamente de que estorbaban.
Los silbidos, el vapor, los silbidos, los silbidos, el vapor, los silbidos… Nada de eso se había detenido, sino que persistía aún más desde que comenzó la revisión, hasta tal punto que causaba la desesperación en quienes estaban a cargo e incluso en parte de la gente, que no soportaba esperar tanto para llegar a su destino. Debido a ello, la mayoría fue al interior del tren. El hombre de smoking fue el primero.
Entonces, al hombre de negocios se le ocurrió una gran idea. Una idea de tal calibre que sería capaz de mitigar su ridículo con respecto al tren. Y esto era extraño, porque seguía escuchando algo más que silbidos, a diferencia de los demás. Tal vez se le ocurrió para poder salir de allí y dejar de sufrir esas pseudoalucinaciones, probable consecuencia de no haber comido nada en lo que iba del día —“se trata de hacer dinero, pues, más que de comer”, por eso—. El conductor y su ayudante probablemente tardarían un par de horas más hasta terminar la revisión y ellos tendrían que esperar inmóviles todo ese rato. Lo peor era que no había garantía de que pudieran reparar la locomotora. El joven había dicho “sé algo… he visto cómo”, pero ver no es suficiente, y el hombre de negocios lo sabía —no por nada trabajaba tanto—. Por otro lado, el conductor lo ignoraba por completo. Podrían terminar estropeándolo, era lo más seguro.
¿El lugar en que se encontraban? No había cables a la vista, no podían enviar ni un SOS en código Morse. Ningún tipo de señal era accesible. Por eso su idea era espléndida. Un grupo debería aventurarse al pueblo más cercano a fin de encontrar ayuda. Se armó de valor recordando sus infalibles discursos y convenció a la gente de su vagón. Era como si nadie lo hubiera visto un tiempo atrás conversar con una locomotora. Era el héroe, o eso creía. Pero solo contaba con dos hombres para ello, así que fue en busca de más a los otros vagones.
En total eran unos diez. Cantidad suficiente para llegar gritando y pidiendo auxilio. Suficiente.
Todos miraban por las ventanas —si es que no habían salido— cuando ese reducido grupo partía hacia lo desconocido. “Hay un pueblito más arriba”, había dicho el conductor, “puede que lleguen en un par de horas”, palabras bastante buenas para ellos, ya que desconfiaban de las habilidades de su ayudante. Pero el hombre de negocios tenía suficiente con no ser acosado por los silbidos extraños de aquella locomotora, esa neurosis extraña que lo estaba acosando ese maldito día.
Ariana y su padre habían preferido no echarse a la aventura. Ambos confiaban en que todo saldría bien. Aquel chico (el ayudante) debía saber más de lo que decía… a menos que estuviera realmente desesperado. Pero era cuestión de esperar, de nada servía preocuparse por algo incierto.
Mientras más se alejaban, menos se escuchaban los silbidos de la locomotora, que ahora, además de ser bastante seguidos, se prolongaban mucho, como si intentaran alcanzar los oídos del hombre de negocios, que iba siempre adelante, como presidiendo el grupo. Como si se despidiera de él, como si le reprochara, o, mejor aún, como si le deseara buena suerte. Lo malo era que precisamente esto último era lo que él escuchaba a lo lejos. Aceleró el paso. Se perdió en el horizonte.
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Eso ha sido todo por ahora... y espero que solo por ahora u.u Gracias por leer siempre ^^ Bye!

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