Cristiano Amor V

Cristiano Amor


V
El cáncer de su madre había sido algo que Cristiano ni se lo esperaba. Mi madre trabajaría hasta cumplir los 70 entonces se podría jubilar para hacer su negocio de postres. Era lo que ella esperaba. A mí no me importaba. El contacto que tenía con ella era mínimo. Era como si yo huía de ella. La evitaba. Yo me enteré de lo suyo cuando una enfermera me llamó: su madre ha entrado en coma, por favor venga. ¿Ah? ¿Coma? ¿La vieja? Imposible, ella era fuerte como un roble... Jamás la noté mal. Es decir, estaba más delgada. Es decir, pude ver su cráneo, vislumbrarlo, nítido, en mi cumpleaños. Oye, vieja, come más, pues. Ella río. ¿Era eso una lágrima en sus ojos? En todas las fotos salía llorosa. A la semana. Menos. Coma. La vieja se moría. ¿Me necesitan para donar sangre? ¿Coma de qué? La ¿enfermera, secretaria, dependienta? del hospital hizo una pausa. ¿Ah? Venga lo más pronto posible al Hospital del Empleado y pregunte por su madre. Colgó. Tenía un cáncer vesicular grado IV que ya comprometían a las vías biliares. Se lo habían detectado hacía 10 meses. ¿Su expectativa de vida? Tan solo de 6 meses. Es un milagro que su madre haya durado tanto. Mi cumpleaños había sido hace unas semanas, doctor... Quizá quiso verlo, entonces, joven. Cristiano maldijo a Dios con toda su alma, al cuerpo interne de su madre y se dijo que nunca, jamás, volvería a creer en la casualidad. Huevón, eso no era de Dios sino del diablo de mi padre que me hacía una pasada odiosa. Ese huevón. ¿Hasta los criminales tenían epifanías como esta? ¿Lloraste cuando tu madre se enterró? No fui. Me robé su cadáver a las pocas semanas. Aún tenían color sus labios, su rostro gélido no apestaba y besé sus mejillas repetidamente. ¿Era demasiado pronto para sacarla? Quería ver la verdad. Llamé a Pedrito. Él tenía conocidos en la morgue. Fue fácil ingresarla. Tengo sus huesos en mi departamento. Su ataúd está vacío en el cementerio. Ella me acompaña, huevón. ¿Qué edad tenías, Cristiano? 23 años. ¿Y tu madre? 63. So Young

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