Cristiano Amor IV

Cristiano Amor

IV

De su madre no recordaba mucho. Siempre le pareció poca cosa pero, te digo, ella fue más inteligente que yo en muchos aspectos. Y que mi padre. Me confesaría. ¿Cuánto tiempo estuve viéndolo? No lo recuerdo. Pero no fue ni un mes. Ella se dedicaba a poner inyecciones a domicilio. Veía su trabajo aburrido respecto del de mi padre. No había acción ni drama... ¿Que cómo sabía de mi padre si él no hablaba con nadie ni salía en la prensa? Pues por ella justamente. Ella era la encargada de contarme qué hacía mi padre. A él nunca lo veía ahora que recuerdo... Sí, pues, todo lo sabía por ella. Por mi madre. Y recuerdo un caso muy particular. Un día, cualquier día, la acompañé. No porque me gustara lo que hacía sino por las casas donde iba. Algunas más lujosas respecto de otras. La clienta vivía solo a pocas casas de la nuestra. Era viejita, de unos 80 años. Quizá más... Vivía solo con su marido. Un hombre mucho mayor que ella pero que se veía más vigoroso e incluso lúcido. Recuerdo un detalle: un televisor Samsung Star de 14" pulgadas nuevecito. Todas las veces que fui, que fueron varias, siempre estaba prendido en alguna novela de turno. La casa de los viejitos era muy particular porque parecía que estaba acondicionada para cuidar a la vieja. Para que el viejito cuidara a la viejita. Y bien qué pasó ahora, le preguntó mi madre con un infinito amor que en aquel entonces no valoraba pero que a veces extraño. Solo a veces... Es que es la idea de mi madre lo que extraño y no a ella. Es decir, ella me molestaba pero, idealmente, como ya no está, su recuerdo, la evocación misma es dolorosa: solo se recuerda la dulzura y no la controversia. Ella me molestaba en vida, sí, claro, pero cuando la recuerdo eso se neutraliza y, pues… huevón, queda la nostalgia. Eso, claro. Mi madre era muy dulce y muy amable y creo que por eso la menospreciaba porque no era como mi padre ni como yo. ¿Que de qué murió? Cáncer. Nadie la tocó. Sabían que era mi madre y si alguien la tocaba yo, pues, lo mataba. Ja, ja, ja, ja. Es decir un decir, huevón, cambia de cara. Yo jamás ejecutaba pero tenía gente que lo hacía. No mandaba matar, solo amedrentar. Me quedé callado un buen rato mirándolo fijamente. ¿Tuvo miedo debo confesarlo? ¡Nunca he matado a nadie!, gritó Cristiano. ¿La disquisición entonces podría girar en torno a si matar a alguien es hacerlo o también puede planearse?, me atreví a preguntarle. Vamos, Cristiano, veía cómo esbozaba una sonrisa y decía ya te he dicho... No me importó.  Tú eres más inteligente que esto, frase cliché, ja. Es que yo nos los maté, carajo, ¡¿que no entiendes?! Era la primera vez que lo veía alterado. ¿Cuántos días ya había estado sereno? Estaba gritando y pateando las paredes que de la celda. ¿Se tiraría un cabezazo contra la pared para pasar una temporada en el hospital? Un policía se acercó y me miró con sorna. Lo miré serio. ¿Ya te calmaste, Cristiano?, le pregunté. Vete, mierda, ya no hablaré contigo, huevón. ¿Y dejarte que jodan? Como quieras, Cristiano. No lo dejé terminar y le pedí al guardia que me saque. Huevón, tranquilo, pensé, vendré en una semana. Sentirás la pegada. Ese fue mi primer errror.

*

La vieja tenía ¿unas tijeras? en el estómago. ¿Abrirla de nuevo? Imposible, su diminuto cuerpecito no resistiría. ¿La iban a dejar morir entonces, mamá? ¿No se podía hacer nada? Nada, Cristian, nada. Pero está mal, ¿por qué no se queja el viejito? ¿La viejita? Palomita, le dijo a mi mamá, tú eres tan buena, tan buena, dile a mi Panchita ¿Panchita? que venga a ver a su papito ¿dónde estaba el papito? Había salido a comprar una aguja más delgada: mamá no podía ponerle inyección: la abuelita no tenía ni venas y aquella aguja del Seguro sería muy dolorosa. Anda a comprar, pues, Panchito. Doña Panchita. Por favor, Palomita, me voy a morir. Era la primera vez que oía que una persona sabía que se iba a morir. ¿Acaso mi mamá no fue la primera? No recuerdo. ¿Fue mi primer contacto con la muerte? El televisor seguía encendido y yo lo miraba fijamente fingiendo no escuchar nada. Nada.

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