Sublevación de la Escuadra en Coquimbo

Hola a todos. Estoy reincorporándome (ni siquiera sé cuántas veces he ido y venido de este blog) a Errror de Imprenta. Y deseo hacerlo con este relato que he disfrutado mucho al escribirlo, ya que me hizo recordar muchos buenos ratos que pasé leyendo ciencia ficción. 

La ficción que he escrito hoy trata sobre el inicio de una sublevación ocurrida en Coquimbo, la cual se originó por la reducción salarial de los miembros de todas las fuerzas armadas chilenas, entre el 31 de agosto y el 7 de setiembre de 1931.


Espero que disfruten el relato, no sin antes recomendar que reproduzcan este video mientras leen los párrafos en cursiva.


Galaxy Wars – Episodio XVIII 
La sublevación de la Escuadra.


Luego de los acontecimientos ocurridos en la primera gran guerra galáctica, se presentó una terrible crisis económica que afectó a toda la galaxia habitada por el hombre, inclusive en aquellos planetas en que ni siquiera se tenía conocimiento.
 En el sector sur de la galaxia, las cosas no pintaban bien para los habitantes del planeta Santiago. El que se consideraba como el planeta más próspero del sector, sufría una grave crisis económica. Es por ello que el gobierno de Santiago decidió aplicar una serie de duras reformas para todos los militares, reduciéndoles  casi el 50% de su sueldo.
 Los ánimos empezaron a caldearse entre los miembros de las Fuerzas Armadas, pero ninguno se atrevía a actuar. Esto cambió cuando un grupo de tripulantes de la poderosa nave de batalla interestelar  “Latorre” decidiera sublevarse contra el gobierno de turno, pidiendo una serie de reformas. Esta sublevación se propagó a todas las naves ancladas en la estación estelar de Coquimbo e inclusive a otras más ubicadas en distintos lugares cercanos al sistema planetario de Santiago.
 La revolución se inició en la noche del día 31 de Agosto de 1931 N.E.G (Nueva Era Galáctica), cuando todos los oficiales superiores del “Latorre” fueron encerrados en sus camarotes.

- Abre la maldita puerta, R. Manuel Astica- gritó el comodoro Alberto Hozven, jefe de la tripulación y máxima autoridad a bordo de la nave.

- Lo siento mucho, Comodoro – respondió al otro lado de la puerta  R. Manuel Astica, un cabo recientemente incorporado a la tripulación.

- ¡Obedece, Robot! ¡Te estoy dando una orden! Las tres leyes de la robótica te obligan a obedecerme. ¡Abre la maldita puerta!

 - Lo  siento mucho, Comodoro – repitió R. Manuel – Por su seguridad, no le puedo dejar salir. No se preocupe, recibirá los alimentos en el momento que los solicite. No sufrirá ningún daño. Por el contrario, no puedo asegurar su seguridad fuera del camarote.

- ¡Mientes, pedazo de hojalata! ¡Tú estás de lado de esos traidores!
 
- Comodoro, no se preocupe, cuidaré de usted y no sufrirá ningún daño. Lo dejaré salir cuando los reclamos de los sublevados sean escuchados, es lo mejor que puedo hacer, es por su seguridad.

- ¡Te convertiré en chatarra! ¡Mejor aún, te desintegraré! ¡Ni tus moléculas serán reconocibles! ¡Oye bien mis palabras, robot!

- Comodoro, si me disculpa, tengo que retirarme. Si necesita alguna otra cosa, no dude en llamarme.

R. Manuel Astica se retiró rápidamente del lugar. El robot con apariencia humana se dirigía hacia la sala de máquinas, intentando ubicar a algún otro integrante de la tripulación. 
Estando a escasos pasos de la puerta que lo llevaría a su destino, escuchó varios pasos. Eran repetitivos y resonaban fuertemente. Podía escucharlos cada vez más cerca, hasta que finalmente pudo reconocer al que los originaba  Era el comodoro Hozven, el cual se las había ingeniado para escapar de su camarote y así perseguir al que según sus sospechas, era un traidor.

- Comodoro – se limitó a responder R. Manuel, aunque no lucía sorprendido.

- Robot, antes de destruirte, me vas a responder unas cuantas preguntas.

- Comodoro.

- ¿Quién propició esta revolución?

- Yo, señor.

- ¿Qué? – el comodoro Hozven se quedó ligeramente pasmado, unos segundos, después se echó a reir- ¡Ja! ¿Un robot organizó esta revuelta?

- Sí, señor. Los tripulantes se encontraban muy inquietos. Deseaban sublevarse. Pero tenían miedo. Yo intenté comprenderlos, pero dado que mi cerebro positrónico no puede procesar ni generar emociones, no lo logré. Así que les sugerí que lo hicieran. Que se sublevaran, pero de forma pacífica.

- Estupideces. Tú estás  programado para obedecer prioritariamente a los oficiales de alto rango. Lo normal sería informarme directamente a mí sobre la revuelta, pero no lo hiciste. – el comodoro le dedicó otra sonrisa al R. Manuel, pero esta era siniestra-  No importa, lo averiguaré yo mismo. Descubriré a tus cómplices. 

Dicho aquello, el comodoro desenfundó un pequeño aparato de color negro, que de un momento a otro, expulsó un haz de luz  color azul. 

- Señor, los sables de luz han demostrado su ineficacia y peligrosidad en la gran guerra. Le pido que por favor guarde esa  arma y regrese a su camarote. Puede que… 

R. Manuel no pudo completar la oración. El comodoro se abalanzó contra él, intentando cortar con su sable de luz al cerebro del robot humanoide. R. Manuel esquivó el primer golpe e intentó detener el segundo, pero los movimientos del comodoro eran más rápidos que sus reflejos, así que perdió todo su brazo derecho con un limpio corte.  El Comodoro retrocedió tres pasos y volvió a sonreír.

- Alto, robot, me haces daño. – pronunció Hozven.


 R. Manuel se quedó inmóvil por unos instantes. La primera ley de la robótica le impedía hacer daño a cualquier humano. No importa si fuese real o mentira, aquellas palabras lo detuvieron  el tiempo suficiente para que el comodoro asestara su golpe final.
 No sucedió así. El Comodoro no logró completar su golpe. Con un grito, soltó el arma y cayó al suelo. R. Manuel se acercó inmediatamente a inspeccionar la herida, pero no había absolutamente nada.

- He colocado el látigo neurótico a su más baja potencia – respondió Ernesto González, suboficial perceptor y camarada sublevado de R. Manuel-  No te preocupes.

- ¡Tú! ¡Traidor! ¡Que la Fuerza y la patria te juzguen, sabandija! – dijo el comodoro, aún adolorido.

- Todos somos la patria, Comodoro. No solo usted y los grandes militares y gobernantes de Santiago. Le voy a pedir que coopere, señor. No quiero perturbar a mi camarada Manuel. 






El comodoro Hozven comprendió que la situación era desfavorable, así que decidió mantener la calma y seguir las instrucciones. Los tres se dirigieron a otro camarote, donde el comodoro permanecería recluido.  Ernesto revisó las vestimentas de su antiguo superior, verificando que no tuviese alguna otra arma. Seguido esto, le pidió que ingresara a la habitación. 

La puerta electrónica se cerró automáticamente. Acto seguido, ambos sostuvieron una breve conversación:


- ¿Qué haremos ahora, compañero Ernesto?

- Tú te comunicarás con las autoridades del puerto estelar. Yo me encargaré de hablar con las demás naves.


 … y así la Sublevación de la Escuadra se llevó a cabo. Pese a los intentos de  negociar por parte del gobierno de Santiago…

0 comentarios:

Publicar un comentario