Encuentros: Segunda parte.

"Encuentros"

Segunda Parte




— ¡Despierta, despierta! ¡Joder, la perdemos!
El sol resplandecía y quemaba su tez, era la idea. Después de todo, su piel estaba cubierta por bronceador. Le encantaba la playa. Sentir sus pies en la arena, que se escurriera por sus dedos. Acostarse en ella y sentirla en cada parte de su piel. Era relajante. O sentir el agua tocar sus pies, por cada ola que llegaba, mientras estaba acostada. Era una suma perfecta, la combinación que más le gustaba. Sol, agua, arena. A veces se adentraba en el agua y nadaba un rato. Siempre le había gustado nadar.
Disfrutaba más que todo eso que a su novio también le gustara la playa. Estar con sus amigos o familia no se comparaba con estar junto a su novio. Estar hasta la noche, ver el atardecer, era algo extremadamente cliché. Lo había visto en películas mil veces y siempre le parecía igual de romántico. El beso al acaecer el crepúsculo, el amor naranja que se extiende por el horizonte marino. La brisa de playa, rodeándolos, la arena en sus pies. Amaba la playa, quizá más que a su novio, pero él era otra parte de su gusto por la playa.
A veces lamentaba no poder vivir en la playa, tener que estar esclavizada en el trabajo… Otras veces no era tan malo. Le gustaba tratar con la gente y era muy empática. Excelente mediadora. Lo que le molestaba era el frío, siempre había odiado el frío, no importaba que tuviera un suéter, una camisa manga larga, una bufanda; era simplemente inconcebible tener frío para ella, y el calidez que sentía por la ropa era apenas disfrutable. Prefería al calor, sentir el sol revitalizante.
Su novio había ido a comprar unas bebidas naturales, como a ambos les gustaban, y ya lo había divisado a lo lejos. Fue corriendo hacia él, quería probar el jugo de piña. Le encantaba el jugo de piña. Oyó su voz.
— ¡Hiromi! ¡No! Joder… ¡HIROMI!
Su voz abrió un espacio abismal entre ellos. Estaba la playa, conteniendo a la arena y el agua, estaba él, Takeshi, estaba ella, Hiromi, y un gran vacío negro que se extendía. Y los separaba, distorsionaba. Su mano se perdía en el vacío negro. Luego el vacío negro desaparecía y simplemente una foto se rompía. Ellos abrazados, él viendo la foto. Él rompiendo la foto, una lágrima cayendo por su ojo. ¿Por qué? ¿Por qué?
—Dime, ¿por qué? — Su voz se quebró.
—Es difícil de explicar. No creo que lo podría explicar ni un millón de años.
Estaban en frente de su casa. Él estaba recostado al muro de la pared. Ella lo miraba, no podía asimilar lo que pasaba. Él miró al cielo.
— ¡Explícame! No… no puedes…
Él se reincorporó, le agarró los hombros, la abrazó. No podía aceptarlo, que le dijera eso, que luego la abrazara.
— ¡Suéltame!... Su..é…—Rompió a llorar.
—Hiromi…—Posó sus manos sobre su cara, suspiró hondamente y miró al cielo. — Sabía que sería difícil, joder. No… no es fácil.
No respondió.
—Vete. No te quiero ver más nunca… ¡más nunca!—  Sus ojos estaban rojos. Se limpió las lágrimas con su mano, fue corriendo hacia su casa, un portazo cerró la puerta.
Takeshi se quedó viendo las estrellas.
— ¿Por qué? ¡Joder! No me merezco esto, Hiromi… Hiromi…
— ¡El desfibrilador! Apártese, señor, apártese. Estorba.
***
— ¿Akemi?—Preguntó— ¿qué haces aquí, Akemi?
— ¡Takeshi!
— ¿Qué haces aquí?
Ella lo miró dubitativa. Sus ojos se veían extraños…. Perdidos. Y su andar, era torpe. La noche era callada, ni siquiera el viento se atrevía a silbar.
—Vine a encontrarme con Hiromi— dijo al fin, reuniendo mucha seguridad.
— ¡Hiromi!, dices, Hiromi… Ella… ¿está bien?— Su voz, la agresividad se difuminó.
—Sí, el tiempo ha pasado… Ella, ella quizá esté bien dentro de unos meses… Es difícil.
—Lo es… yo… yo nunca debí…
—Calla. No lo digas, no tienes por qué estar aquí. Ella… sabes que te odia.
 Takeshi dio un respingo. Sintió un frío recorrer toda su espalda. No se atrevió a decir nada, siguió andando, perdido.
Hiromi… Hiromi. Nunca debí… nunca…
***
—Akemi, ¡Akemi!, ven aquí. Mira esas mariposas, mira, mira como vuelan.
—Es mágico…
Los colores que poseen cada una de ellas. Su vuelo melancólico, sus alas variopintas. Ambas sonrieron, cada una por diferentes razones. Hiromi se veía melancólica, como si una parte de ella se perdiera entre las mariposas. Akemi, por su parte, se llenaba de júbilo.
***
Está mirando el reflejo de las luces en el río. Los carros pasaban por detrás de él rápido. No había farolas, todo estuvo oscuro por segundos. Luego un carro pasó. Luz, se encandiló. Las cigarras lloraban. Tenía una botella de vodka en su mano, la segunda.
Miró al río por largo rato, viendo como fluía, como las luciérnagas volaban. Pequeños faroles. Pequeños faroles sempiternos… con una vida infinitesimal. El todo de las luciérnagas forma un gran cuerpo inconcebible, eterno. Sus luces, son apenas simples insectos.
Su mano agarró fuertemente la baranda. Puso un pie sobre ella. Iba a saltar. Una luz lo encandiló. Cae sobre el concreto y pierde la conciencia. Es imposible…
***
El pasillo era extremadamente largo, la luz era lánguida por las lámparas, algunas parpadeaban, otras simplemente no prendían. Caminó por el pasillo, segura. Era un pasillo largo, en las paredes no había nada, se veían verdes y sucias. Pero no roídas. No se puede ver el final del pasillo, no hay nada más que el pasillo y su apariencia interminable.
Su mente pensó en muchas cosas. ¿Qué hacía ahí? ¿Cómo llegó hasta ahí?
Siguió caminando, caminando, caminando. Divisó el final, una puerta, tiene un cartelito. Corrió hacia él con todo lo que le quedaba en su reserva de energías.
“Feliz cumpleaños” Dice el cartel. Hongos y gusanos tiernamente dibujados protagonizan la escena. Y una torta.
Tocó la puerta.
Dos veces, tres veces. Esperó un momento y repitió el patrón. Abrieron la puerta.
—Oh, eres tú… Sabía que llegarías—. Es un gato el que habla.
— ¿Quién eres?     
—Me extraña que no sepas, más que extrañarme… Me insulta.
Rió para sus adentros, que un gato hable es extremadamente gracioso.
—Nunca te había visto, gatito.
—Akemi… ¡Por dios! Akemi… ¿No recuerdas?
— ¡Sabes mi nombre!
—Por supuesto que lo sé, Akemi… — El gato luce molesto. — ¿Tampoco te acuerdas de Hiromi?
Una brecha se abrió en su mente. Hiromi. ¡Hiromi! Ése era el nombre que buscaba. Ha pasado tanto tiempo, la habitación extraña, luego Japón. El templo.
— ¿Recuerdas? —El gato esperó respuesta, pero no hubo alguna, ella lo veía anonadada. — Estás igual de sorprendida que las veces anteriores. No me sorprende… ha sido difícil.
— ¿Quién… quién es Hiromi?
—No lo recuerdas… me lo imaginé.
— ¡RESPÓNDEME! Yo… la he… la he estado buscando. Su nombre, ¡buscaba su nombre!
Había una pequeña mesa en el cuarto del gato y dos tazas de té caliente. Un cuarto muy austero.
—Lo sé.  Has tardado.
—No… no entiendo.
—No debías entender nada, ni recordar cosa alguna, Akemi.
El cuerpo del gato se va volviendo grande, y grande, y grande.
— ¡Quién eres! ¡Te exijo que me respondas, pequeño gato!
—Hiromi, Hiromi… Bebe un poco de té. Te hará bien.
— ¡Dame respuestas!
—El té te las dará.
— ¡No se puede confiar en un gato!
—No soy un gato cualquiera…
— ¡Eres un gato!
—Que habla.
—Debo estar dormida…
—Bebe un poco de té…
Accedió, al fin, temiendo que algo más sucediera. Sin embargo, cuando has caminado tanto como ella y finalmente llegas a tu destino, ¿a qué puedes temer?
El sorbo recorrió todos los recovecos de su mente. Entró en sus papilas gustativas y dio sabor. Hiromi… Su amiga de la infancia, era dos  años mayor que ella. Su novio, Takeshi, los dos amaban la playa. Akemi, al contrario la odia.
Rompieron.  ¿Y qué pasó después?
—No sé… ¡No sé, ya te dije, gato!
Sus ojos son verdes, tiene el cabello cano. Su rostro se muestra impasible.
—Ja, ja, ¿gato? ¿Te parezco uno? —Bebió un sorbo de té.
—Ka..¡Kazuo!
— ¡Céntrate, Akemi!, ¿qué pasó después?
Takeshi se hundió en la bebida, se arrepintió. Hiromi ahora odia a Takeshi. Lo odia. Está deprimida, pero lo sobrellevará, está segura de eso. Un día, volviendo a su casa en carro, Takeshi choca con ella. Un accidente fatal. Takeshi salió ileso, no obstante, Hiromi sufre una contusión cerebral. Akemi sale casi sin ningún rasguño, habían quedado en encontrarse en el centro comercial. Luego irían a su casa.
—Sí, eso es cierto. ¿Recuerdas?  Pero no la encontraste en  el centro comercial. Recuerda Akemi, recuerda.
— ¡Su trabajo! Me dirigí a su trabajo, mi madre me pidió que hiciera una diligencia y un amigo de mi madre me llevó.
—Exacto.  Eso está mejor. ¿Recuerdas a Kenji?
—Un amigo de la infancia… ¡No entiendo!
— ¡Intenta recordar, Akemi!
El reloj de pulsera del señor está sobre la mesa. Lo ve todo más claro. Una biblioteca grande detrás de él. Una camisa blanca, su bigote… Es Kazuo. Sí, ya recuerda mejor quién es Kazuo, dejó de ser un nombre, ahora es la esencia de una persona y la persona misma.
—Me encontré con Louise y Kenji, por casualidad, antes de ir a casa de mi madre. Luego fui al trabajo de Hiromi… y… ¿qué pasó con ella?
— ¿No recuerdas?
—Contusión cerebral… La estuve visitando por varios meses. Hasta que se recuperó. Takeshi intentó suicidarse… fue internado en un psiquiatra.
—Así es, Akemi, así es.
— ¿Qué… qué me pasó? ¿¡Cómo llegué aquí!?
—Es una larga historia. — Bebió otro sorbo de té.
***
Estimado Dr. Tanner:
Akemi, luego de encontrarse con Hiromi, cuando fueron a ver las mariposas, sufrió un bloqueo mental, causado por una perturbación del tipo electromagnética. Su cerebro no pudo asimilar la radiación que recibió. Nadie hubiera podido. Por tanto, su memoria sufrió alteraciones y desvaríos. Es una historia encantadora, como puede apreciar.
Lo ocurrido tiene varias explicaciones, la más graciosa de todas (que no descarto, por cierto), es la presencia de un ente no material, que se manifiesta por radiación electromagnética. Me permití investigar el lugar, tomando las precauciones verosímiles para una situación tan poco común y apenas encontré una pequeña alteración. Sin embargo, transeúntes comunes de la zona me advirtieron que alguien había muerto ahí en alguna ocasión, habían escuchado voces y demases, pero es solo una leyenda urbana… según ellos. No me explayaré más debido a que, además de la explicación ya dada, las otras serían repetitivas y cansinas.
Con mucho gusto,                                                                                               
Kazuo.
XX-Diciembre-19XX


 Primera parte.

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