Ariana: Capítulo 7

Cada vez que publico un capítulo de Ariana tengo un problema: qué decir para presentarlo. Y, claro, este problema no es solo mío, sino posiblemente también de los demás errratas e incluso cualquier individuo en el mundo de los bloggers. Pero siempre haces algo al respecto. Como yo ahora, que escribo cuál es mi problema con esta entrada mientras la redacto.
Pero en fin. Vayamos a lo que nos importa —porque a ti te importa si quieres seguir leyendo, y a mí porque espero una incierta crítica al respecto—. Este nuevo capítulo trae algunas sorpresas que salvan la trama y no la dejan volverse fea como seguramente será vuestra lectura... No. No se crean, era broma, en serio [ =) ]. Ahora sí los dejo solos con el capítulo. Enjoy —if it is possible.

+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo séptimo.+.+.+.+.+.+.


Y la continuó persiguiendo por mucho tiempo. Por todos los pasillos del museo, ya que siempre había una vitrina cerca.
Así, Ariana ya estaba algo acostumbrada —aunque no hubieran pasado más de treinta minutos—. Por momentos le parecían graciosos los movimientos del ave, y empezó a importarle poco el desorden que pudiera causar yendo de un lado a otro. Después de todo, nadie parecía notarlo, excepto ella.
Sin embargo, empezó a molestarle la idea de que la siguiera hasta la salida. Se preguntaba si el dodo sería capaz de seguirla. Ya que andaba siempre de vitrina en vitrina, llegó a considerarlo una necesidad suya, lo cual la tranquilizaba. Y como comúnmente sucede, las ideas placenteras desplazaron a las demás al verse en las más altas probabilidades. De esta manera, ello no le preocupó y empezó a mirar lo que le faltaba del museo sin mucho miedo, haciéndole más caso a su padre. De vez en cuando buscando al dodo, solo para asegurarse de que aún la seguía. Y siempre era así.
>>— Bueno, ya es hora de irnos —el anciano interrumpió la observación casi adictiva de Ariana, que le buscaba un fantasma al hombre que no lo tenía. Ella lo miró. Él le sonrió otra vez—. ¿Estás lista?, esta vez no iremos muy lejos.
>> La banca de parque se deslizó hacia la puerta de salida.
>>— ¿Tan pronto? —cuestionó Ariana—, ¿qué hay con ese hombre? —otra vez, el anciano contestó con una austera sonrisa.
>>El anciano abrió la puerta. La banca se desplazó a través de ésta, atravesó un largo corredor… y parecía que estaba a punto de chocar con la puerta que llevaba al exterior, pero ésta se abrió de pronto, dejándolos pasar a lo que parecía…, o era, la tienda de Fantasía.
Así fue que casi llegó a olvidar al dodo, hasta que salía del museo con su padre y ella le sonreía al ave como despidiéndose, como deseándole suerte en la cautividad del museo. Como feliz porque ya no lo volvería a ver.
El dodo se acercaba lo más que podía a Ariana, pero su vitrina tenía un fin, y éste se encontraba a unos diez metros de la salida principal. Ella se hacía cada vez más lejana; él, cada vez más solo. Entonces ¡Taaak! ¡Slash! ¡Shurrmmmm! Ariana estaba a la mitad del camino y el dodo no era más rápido que ella o su padre. Sin embargo, ellos no tenían prisa. Al menos no hasta que Ariana, al darse cuenta, apuró a su padre sin dar explicación.
Ya estaban casi fuera, pero el dodo los alcanzó. Ella quiso advertir a su padre:
— Papá, el dodo…
Pero el ave los evitó y saltó contra un hombre vendedor de recuerdos.
— ¡Allá! —exclamó entonces. Su padre creyó entender.
El hombre de los recuerdos estaba a salvo, a decir verdad. Y no había rastro de ningún dodo a su alrededor, a excepción de un llavero con la figura de uno caricaturizado.
Ariana sabía lo que significaba.  El ave se había convertido en un llavero para seguirla, o algo parecido. Y su padre creyó que era lo que ella quería: creyó que su hija estaba bastante emocionada o incluso cautivada por esa ave, lo suficiente como para querer a gritos aquel recuerdo. Como si fuera la niña que era. Compró el recuerdo y se lo entregó con una sonrisa. Nada podía hacer. Así, pensó que todo había sido idea suya y  se obligó a aceptarlo.
>>— Ya debes saberlo, pero de todas formas: ésta es la juguetería Fantasía —anunció el anciano— y aquí es donde los niños escogen a sus preferidos. Ellos nunca los traicionarían —empezó a referirse a los juguetes—, son muy buenos compañeros. Y no solo de juegos, sino que también pueden ser muy buenos amigos. En cualquier circunstancia. ¿No lo crees? —y su ya conocida sonrisa salió a relucir.
— ¿No lo quieres, Ariana? —preguntó su padre al ver su actitud. Ariana cambió rápidamente su estado y buscó una salida.
— Es que no tengo bolsillos… —dijo. Y era verdad. La ropa que llevaba puesta no traía bolsillos y la llave se la había dejado porque consideró que era suficiente con la que tenía su padre. Él entendió y le sugirió guardarla hasta que volvieran a casa.
>>— Ella te hizo mucha compañía, ¿verdad? —le escuchó decir al viejo juguetero repetidas veces, como si fuera un eco. Y, como un eco, el sonido se hacía cada vez más débil, insinuándole que el anciano ya no estaba ahí. Porque ya no estaba ahí cuando volteó a verlo. Solo estaba la tienda aún vacía. Y había muchos juguetes hermosísimos. No obstante, se percató de algo raro, algo que la asustó sobremanera: ella estaba de pie, y la banca de parque, al igual que el anciano, había desaparecido.

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Así terminamos con la serie... En realidad no. Todavía le queda algo de historia [ ;D ]. Gracias por su lectura. Au revoir!

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